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Detrás de un gran antojito casi siempre hay una gran mujer

Por Shadia Asencio - March 2022
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No somos invisibles. Las mujeres en el medio gastronómico no somos invisibles, como tampoco lo son las chefs a las que les tomó el doble de trabajo ser reconocidas, ni las mujeres que se despiertan a las 5 A.M. para llegar con su olla a la esquina. No lo somos, aunque algunos quieran que lo seamos. Míralas, míranos. Aquí estamos las periodistas, las fotógrafas de comida, las emprendedoras. Las mujeres representamos el 56% en las cocinas nacionales y, por si fuera poco, uno de cada tres establecimientos tiene una dueña mujer, según datos del INEGI.
¿Se han puesto a pensar cuánto dinero representa el turismo gastronómico?, ¿cuánto de ello tiene que ver con la comida de la calle y cuántos puestos tienen al frente a una ama de casa? En México somos millones las mujeres que depositamos nuestra seguridad económica y la de nuestra familia en el contenido de una olla, un comal, un sartén. Es un hecho: dar de comer da de comer. Dar de comer representa el sexto lugar en el Producto Interno Bruto y si el porcentaje de mujeres laborando en la industria restaurantera es mayor al de otras actividades económicas, quiere decir que somos el sostén de buena parte de este país. ¿Ya nos vieron?
Sabemos que muchas de ustedes, que leen y visitan kiwilimon.com, buscan recetas para vender, hacerse de una fuente extra de ingreso, algo que las ayude a independizarse económicamente. Abrazo cada una de sus historias, cada momento de ebullición que logran con sus guisos, cada “¡Está listo!” en su puesto, en su local. 
Este Día de la Mujer quisiera hacer visible algunos rostros y saberes, mujeres que le apostaron todo –literalmente– a su talento culinario y su negocio. Cada una de ellas es piedra angular de su familia emocional y económicamente, un milagro de la supervivencia. 
Estas mujeres no sólo logran combinaciones certeras, novedosas y geniales, sino que agregan amor y perseverancia –características muy profundas de lo femenino, que no de la mujer– a su trabajo diario. Comercio informal que tiene de todo menos informalidad. Ojalá estas historias sean de inspiración para tod@s. 
Los Machetes Amparito: Marion Amparo Bernal MontoyaComo las buenas historias, la de Marion no comienza con ella, sino con su linaje, dos generaciones atrás. En 1964, su abuela Emilia Castorena comenzó a hacer quesadillas de gran formato en Eje de Guerrero. Si las tortillas comunes miden 18 centímetros, las de ella eran de 35 a 40. De ahí que a ese tipo de tortilla ovalada y doblada se le dé el nombre de “machetes”. 
Con ganas de superarse, la mamá de Marion y nuera de doña Emilia, Amparo Montoya, se mudó a la calle de Héroes. Para atraer nuevos clientes agrandó las quesadillas a 55 centímetros. La tercera generación, encabezada por Marion, actualmente prepara quesadillas de 70 centímetros: un verdadero agasajo de maíz que, por $115 pesos, rellena con uno de los quince guisados del menú.
Para tener la comida a tiempo Marion se levanta con el sol, a las cinco de la mañana, sabiendo que podrá volver a su cama hasta las doce de la noche. Eso cambia si la contratan para eventos; ahí los descansos casi no existen. Ella es madre de tres hijos que van a la escuela y de un negocio que exige tiempo. Sin embargo, eso no ha sido obstáculo para que sus machetes sepan deliciosos y se vendan como pan caliente. Ahora hasta pueden encontrarse en aplicaciones de comida a domicilio.
Marion me cuenta que a ella y a sus ancestras, la comida les dio todo. En el camino sobrepasaron decenas de dificultades (como combinar su negocio con los cuidados de la casa) pues el nivel de exigencia social es igual teniendo un negocio que sin él. Aún así cada una pudo salir adelante, porque no hay mayor motor que la voluntad y el tesón que dan los hijos.
“Hay que inspirar a otras mujeres de que se puede salir adelante trabajando, teniendo tu negocio propio, combinando los quehaceres de casa y apoyando a otras mujeres para crecer.”Marion. 
Jugos Ely: Elizabeth Linares Contreras A los cuatro años, a Elizabeth le descubrieron poliomielitis. Aunque esa enfermedad pudo haber sido un obstáculo para ella, se convirtió en un trampolín para salir adelante. Ella ha sido madre soltera. En un momento dado su padre quiso ayudarla a independizarse y le dejó su carrito de madera y un par de llantas que Ely tenía que empujar. No le importaba. A través de ese puesto, podría solventarse a ella misma y a sus dos hijas. 
Desde hace más de veinte años se levanta a las 6 de la mañana para lavar, pelar y cortar sus frutas. De Neza coge camino para llegar a su puesto localizado entre Orizaba y Coahuila, en la Roma. En Jugos Ely, ella es feliz vendiendo jugos con una vuelta de tuerca: antigripales, verdes, digestivos y todo tipo de combinaciones que le hacen bien al cuerpo. También hay aguas, licuados y fruta picada. Ely asegura que sus recetas se inspiran en la creatividad y en lo que encuentra en Internet. Dice que antes era más difícil para una mujer liderar un puesto en la calle, pero que ahora con los derechos de las mujeres, es más llevadero y hay menos corrupción. 
“Yo creo que siempre hay que seguir adelante. Yo le echó muchas ganas, yo les pido a ustedes que le echen muchas ganas también.”Elizabeth.
Esquina del chilaquil: Perla Cristina Flores GuzmánDesde hace más de setenta años, la intersección de Alfonso Reyes y Tamaulipas, en la Condesa, huele a comida. El puesto lo comenzó la bisabuelita de Perla. Aunque, claro, en ese entonces no se vendían las famosas tortas de chilaquiles que actualmente llevan pollo deshebrado, milanesa de pollo o la vegetariana. 
La historia comenzó así: su mamá vendía tamales, pero se dio cuenta que la competencia en la zona era muy alta. La señora cambió a ofrecer chilaquiles, y cuando vio que las secretarias se quejaban del regaño de sus jefes por el olor a comida, puso los chilaquiles dentro de un bolillo.
La inspiración de Perla es su madre. Ella murió hace dos años, pero el legado que le dejó a la propietaria de “La esquina del chilaquil” rebasa los secretos de cocina que aprendió a los nueve años. Perla entendió que debía ser su propia fuente de ingresos, que la cocina sabe mejor con amor y que no debía lucrar con lo que hace. 
Me cuenta que tiene una hija de quince años y que no tiene pareja porque algunos hombres le han pedido escoger entre su trabajo y ellos. Se le ve feliz, realizada, guapa; tiene un ímpetu vibrante que se contagia. Dice que podría tener sucursales y vender tortas al por mayor, sin embargo, su interés es consentir a su clientela con una creación que sale tanto de sus manos como de su corazón.
“Tú véndete como persona por tu carisma, por tu calidad y por el amor. De mi madre aprendí eso y no ver esto como lucrar, sino como algo que le das a tus clientes. Se trata de dar amor y que tú te sientas satisfecha como persona, como mujer”.Perla. 
Tacos de Canasta: Francisco Maven, Lady Tacos de CanastaMaven va montada en su bicicleta retacada por tacos de canasta. Lleva unas pestañas postizas, un vestido tradicional y unas trenzas largas. En su grito lírico, que es poesía para los hambrientos, se confirma que la timidez no es lo suyo. A ella, una mujer muxe del estado de Oaxaca, la conocen como Lady Tacos de Canasta. En 2020, un capítulo de Crónicas del Taco la puso a la vista de todos. ¿Qué tanto? El capítulo ganó un James Beard, un galardón norteamericano que premia a lo mejor de la gastronomía.
La llamada Lady Tacos de Canasta dice que la fama ha cambiado todo, sin embargo, no deja de levantarse entre 6 y 6 y media de la mañana para embellecerse y salir a vender sus tacos desde la bici. Lo suyo, como dice, es andar de pata de perro, vencer la inercia de la rutina. La historia de los tacos comienza con su abuela, que hacía tortillas desde cosechar el maíz en el campo, y con sus padres que le enseñaron el oficio. 
Sus tacos de canasta han sido famosos como ella. La gente pedía los tacos de papa, frijol y chicharrón, antes de que su personaje se viralizara en Internet. Actualmente, la bici ya no basta para satisfacer a los clientes que se apretujan por conocerla, así que el negocio familiar se ha diversificado. Hoy cuentan además con un local, producción de cocina y hasta personal exclusivo para eventos. El carisma de Maven la precede, pero la calidad de los tacos de canasta ha hecho que ella y su familia hayan descubierto una vida donde la estabilidad es posible. 
“No es que te diga, ponte a trabajar en la cocina porque te vas a volver rica, pero sí te puedo decir que la cocina te deja muchas satisfacciones. Mujeres: si van a emprender un negocio de lo que sea –no tiene que ser de cocina– el secreto está en perseverar, en picar piedra.”Maven. 
Taquería “Las Muñecas”: Teresa Pérez Hernández 
En 1985 la mamá de Teresa, un ama de casa con necesidad, comenzó a vender gorditas, sopes, tostadas y quesadillas desde la puerta de su casa. Tenía niños que alimentar y, a través de su sazón, vio la posibilidad de hacerse una vida. Pasaron quince años, su negocio creció y en el año 2000, un cliente le sugirió que vendiera otra cosa. A la madre de Teresa se le ocurrió vender tacos los fines de semana. Ahora es la especialidad principal de “Las Muñecas”. 
Teresa me cuenta que su mamá apoyó desde el inicio a las amas de casa porque se reflejó en ellas y en su necesidad. No por nada “Las Muñecas” es de esas escasas taquerías despachadas por mujeres en la Ciudad de México. A Teresa no le importa que los trasnochados y enfiestados lleguen hasta su local. Una dosis de la salsa verde con trozos de aguacate puede devolverlos a la normalidad. Sus tacos de bistec, de suadero, de chuleta, de pastor, longaniza o alambre tamaño XXL curan el hambre y el exceso de fiesta de cualquiera.
Al igual que a su madre, la empatía la precede. Sabe de las necesidades de sus empleadas, que también son madres, amas de casa y mujeres que necesitan facilidad de horarios. Por eso ha implementado varios turnos que van del completo al medio, pues el servicio corre de 6 P. M. a las 6 A. M. Teresa afirma que sus empleadas conocen a la perfección sus actividades y que todas trabajan como un reloj en perfecta sincronía. Ellas son la muestra de que ser taqueras exige fuerza y temple, pero nutrir a los clientes requiere creatividad, precisión y cariño.
“Hagan las cosas, pero con amor. Esa siempre fue la frase de mi mamá. Pero también depende de cómo preparar, de tener las cosas de primera, de darle un sabor extra, de hacer que algo sepa diferente”.Teresa.